La alta capacidad: Un bien social que necesita nuestro apoyo

Desde el principio de la humanidad, algunos de nosotros se han sentido impulsados a pensar, a innovar y a crear, solucionando problemas, buscando formas de conocer y mejorar el mundo… Debemos mucho a la alta capacidad humana y, sin embargo, no solemos ver en las personas superdotadas el bien colectivo que realmente son.

Las palabras sobredotación intelectual indican una dotación intelectual excepcional o sobredimensionada respecto a la norma. Esto nos suele hacer pensar “¡qué suerte, ser más listo que los demás! ¡seguro que les va muy bien en la vida, mejor que al resto!”… Y es que la inteligencia es una cualidad muy valorada en la sociedad actual, es un valor positivo que se alaba, pero también se teme. Frente a alguien muy inteligente, nos podemos encontrar reflexionando algo del estilo de… “qué suerte, mejor para él; sin embargo, si es más listo que yo, según como… quizá… ¡peor para mí!” Pero claro, si pensamos de esta manera, entonces encontraremos pocos motivos para ayudar a estas personas, aunque los hay, y de peso.

Como mínimo, encontramos dos motivos básicos para apoyar a los más inteligentes. El primer motivo lo obtenemos si reflexionamos sobre los logros del ser humano y en cómo se han conseguido y se siguen consiguiendo. Podemos preguntarnos, por ejemplo, dónde estaría la humanidad si no hubieran existido ni existieran las mentes brillantes que la han situado donde está. ¿Cómo se consiguen los avances tecnológicos que todos disfrutamos, si no es gracias a personas que los hacen posibles? ¿Cómo podríamos ver aumentar nuestra esperanza de vida sin cesar, si no fuera por la dedicación y capacidad de las mentes que hay detrás de ese progreso? ¿Cómo conseguir los logros médicos y científicos a los que hemos llegado sin las personas brillantes que los han hecho y los hacen posible?… O, siendo más concretos, por ejemplo: ¿qué cirujano nos operaría para salvarnos la vida si no hubiera personas más capaces que nosotros?… ¿Y qué hay de la filosofía, del arte, de la arquitectura, de la ingeniería…? En definitiva, ¿no estaremos mejor cuantas más personas altamente capaces se dediquen a las ciencias, al estudio, al pensamiento, a buscar soluciones y a aplicarlas? Diría que la respuesta es y este es un buen primer motivo para ayudarlas.

El segundo motivo por el cual debemos preocuparnos por las personas con alta capacidad es que lo que pueden llegar a hacer no pueden hacerlo ellas solas. Tenemos la gran suerte de que algunas han nacido y crecido en un entorno favorable a que sus capacidades fructifiquen y, entonces, es cuando hemos podido aprovechar y disfrutar, todos nosotros, de sus logros y avances. Pero esta casualidad ¿en cuántos casos se da? Pues en muy pocos. La mayor parte de las personas con sobredotación no saben que la tienen, ni viven en un contexto favorable al desarrollo de sus talentos, ni de sí mismos como personas. Así, ¿qué fruto podemos esperar de su capacidad? Ninguno. Sin un entorno adecuado las grandes mentes no pueden brillar y, por tanto, no las podemos ni aprovechar, ni disfrutar.

En conclusión, las personas con alta capacidad intelectual son un bien y un recurso extraordinario al alcance de nuestra mano… un recurso que, la gran mayoría de las veces, está desaprovechado. Son personas que pueden dar mucho pero, para hacerlo, necesitan que nosotros les ayudemos. Necesitan que las encontremos, que las apoyemos, que les procuremos un entorno favorable a su pleno desarrollo e integración y así revertirá en nosotros, ahora y en el futuro, toda su capacidad. Entonces, ¿por qué no lo hacemos?

Ayudando a unos pocos podemos ayudar a muchos.

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