La alta capacidad intelectual supone diferentes capacidades: de comprender, razonar, aprender, imaginar, generar, cuestionar… Estas capacidades implican un gran potencial, que a su vez genera una alta necesidad de entender, preguntar, encontrar respuestas, solucionar cuestiones o problemas, innovar, etc. Este gran potencial requiere ser expresado y atendido para que la persona pueda desarrollarse plenamente y de forma satisfactoria.
En el caso de los niños, esto supone muchas veces un esfuerzo de escucha y de motivación extra por parte de los adultos. Este esfuerzo extra precisa unas medidas educativas adaptadas especialmente a estos niños y adolescentes, tanto en la escuela como en casa, para que puedan desarrollar su diferencia en el ámbito académico y también en el ámbito personal. La alta capacidad no es una diferencia meramente intelectual, no es sólo ser más inteligente, sino que es también una diferencia personal. Las necesidades específicas que supone no son únicamente académicas: Aprender a gestionar adecuadamente esa diferencia personal y poder sentirse a gusto con ella y uno mismo es aún más importante.
El siguiente diagrama intenta resumir estas cuestiones y explicar de una forma sintética que las altas capacidades implican unas altas necesidades específicas que deben atenderse para evitar consecuencias negativas.
